Colección: Vincent Van Gogh

Van Gogh sigue siendo un misterio: sus furiosos empastes y su técnica a la primera lo hacen indescifrable. En su obra, el color se hace uno con la materia. Por eso es imposible imitarlo. Puede copiarse, pero no imitarse:  "cada pincelada era un latido, cada color una búsqueda, una pregunta. No se puede imitar un pensamiento, ni una forma de ver" nos escribió Mamen Uría Araujo. Sus pinturas son mucho más que una interpretación de la naturaleza: los colores arbitrarios, el zigzaguear de las pinceladas, la materia... no son gratuitos, son expresiones de una fuerza interior que pugna por salir. "El hombre que le puso corazón a la pintura contemporanea" nos escribió Mario Valladares. Vincent se entregó a interminables jornadas pintando húmedo sobre húmedo, en que la obra se completa en una sola sesión, con furiosos empastes que no se pueden corregir. Su entrega al arte, que entendía como un servicio a la sociedad, quedó plasmada en la innumerable correspondencia que escribió: "No invento nunca la totalidad del cuadro, por el contrario lo encuentro ya hecho, aunque debo desentrañarlo en la naturaleza" (carta a E. Bernard, octubre de 1888). "Expresar la esperanza por alguna estrella. El ardor de un ser por la radiación de un sol poniente" (carta a Theo, septiembre de 1888).
"Envidio del arte japonés su extrema claridad... Su trabajo es tan simple como respirar" (otra carta a Theo) o sobre el color: "El pintor del porvenir es un colorista como no lo ha habido todavía" (carta a Theo, 4 de mayo de 1888).