Colección: Gustav Klimt

Gustav Klimt es el penúltimo genio de Viena, la ciudad en que los perfumes de sus jardines se enredan con las notas y armonías de los grandes compositores clásicos.

Cuando se vibra al unísono con una de sus obras el enamoramiento es para siempre: "sentimos que el paraíso está en el mundo, y que hay que vivir como si fuese posible alcanzarlo" (Gustavo Martín Garzo).

Fue el gran maestro del simbolismo, desde las referencias Helenísticas a los mosaicos bizantinos que descubrió en su viaje a Ravenna de 1903.
En su pintura, psicología y decoración están en profundo equilibrio, creando un universo de espiritualidad muy ligada a la idea de Regeneración: los ciclos de la vida son omnipresentes en su obra.

Se rebeló contra el arte académico del siglo XIX y protagonizó la "Secesión de Viena", en la línea del Modernismo que recorría Europa: "Para cada época su arte, al arte su libertad", escribió.
En el Pabellón de la Secesión -en Viena- se encuentra una de sus obras más impresionantes: los murales del "Friso de Beethoven", a los que dedicamos un artículo en la web.

Lienzos como "El Beso", imagen del amor espiritual, idealizado, o "El Árbol de la Vida" se han convertido ya en iconos.

Hemos seleccionado también alguno de sus paisajes sin horizonte, como "Campo de amapolas", donde la perspectiva no cuenta: nos sumerge directamente en un paisaje del que ya no queremos salir.

En la obra de Klimt todo tiene estilo y permanencia, "con esas pizcas de imposible que forman parte de su romanticismo" (Hevesi).